lunes, 27 de enero de 2014

Lágrimas en el cielo...



Hoy escribo con lágrimas en los ojos y con un dolor que no es el mío pero que puedo sentirlo con fuerza. En poco más de un mes se han muerto en mi entorno tres niños de 15 años (Victor, Markel y Alberto). Victor tenía una discapacidad física e intelectual severa derivada de una enfermedad que tuvo de pequeño y su salud era frágil. Markel ha luchado durante casi dos años contra un cáncer de huesos. A Alberto le ha atropellado un coche. Yo tengo dos hijos que en este momento tienen 13 y 15 años y puedo imaginarme perfectamente el dolor que sería perderlos, la rabia que me produciría, el desgarrón en el alma, la perplejidad en la que me encontraría, el sinsentido que me parecería la vida... La muerte siempre nos pilla por sorpresa y nos gustaría robarle una prórroga. Y en el caso de los niños... Nos rebelamos más aún ante el hecho...Va contra la lógica que unos padres o unos abuelos sobrevivan a sus hijos o nietos...

Ahora les queda a estas familias y su entorno construir su duelo y pasar por las cinco etapas que señala Elisabeth Kübler-Ross: 1. Negación - durante un tiempo se vive desde la perplejidad o la incredulidad; nos negamos a creerlo porque es demasiado fuerte; 2. Ira (o puede ser rabia, envidia o resentimiento) - es una respuesta emocional que se puede manifestar de diversas maneras y contra distintas personas (los cercanos, desconocidos, compañeros de trabajo, Dios, etc.); 3. Negociación - en esta etapa lo que más apetece es volver a atrás una y otra vez, intentar llegar a un pacto para superar el momento difícil; 4. Depresión - en esta fase la persona se ve invadida por la tristeza, se repliega sobre sí misma (normalmente es algo temporal y muy necesario); 5. Aceptación - se empieza a sentir cierta paz y tranquilidad, la vida se impone, se asume la nueva realidad... (pero también se puede caer en el rechazo que supone vivir anclado en el dolor y la pérdida).

Cada vida, toda vida, independientemente de su duración y de sus condiciones, tiene un sentido, un porqué. Como lo expresa la Dra. Kübler-Ross (1994, p.36):
"Me gustaría deciros cómo podéis vosotros también llegar al convencimiento de que esta vida terrestre, que vivís en vuestro cuerpo físico, sólo representa una pequeña parte de vuestra existencia global. Sin embargo, vuestra vida actual tiene una importancia muy grande en el marco de vuestra existencia entera puesto que estáis aquí por una razón precisa que os es propia".
No quiero terminar sin mandar un abrazo muy fuerte en especial a las madres de estos tres niños (CeciliaMarian Esther) y desearles que esos ángeles que ya tienen en el cielo les ayuden a seguir adelante.



Bibliografía:
  • Kübler-Ross, Elisabeth (1994): La muerte un amanecer. 5ª Edición (1ª 1987). Barcelona: Ediciones Luciérnaga.







sábado, 25 de enero de 2014

Cuestiones sobre bienestar


El 22 de enero de 2014 asistí a la presentación del libro de Rafael Bisquerra (Catedrático de Orientación Psicopedagógica en la Universidad de Barcelona y experto en Educación emocional) cuyo título encabeza este post. El acto estaba organizado por el Consorcio de Inteligencia Emocional y Deusto Innovación Social. Voy a presentar aquí algunas de las reflexiones que allí se compartieron o que a mí me suscitó la conferencia, junto con algunos fragmentos del libro. 

Si nos fijamos en el subtítulo del libro, Cinco pilares para el desarrollo del bienestar personal, social y emocional, tenemos la clave del contenido del mismo, que se podría resumir gráficamente con la Flor de Benicia (bienestar basado en la ciencia ► bienestar y ciencia ► benestar i ciència (en catalán) ►Benicia). Veamos en qué consiste cada uno de los 'pétalos':
Flor de Benicia (Bisquerra, 2013:172)
Bienestar material. Existe evidencia empírica de que este bienestar es básico y que alcanzado un umbral a mayor bienestar material no hay mayor felicidad. Las administraciones públicas deben asegurar un ingreso, una educación y una sanidad básicas, que deben estar cubiertas por el hecho de ser persona. "La política debe preocuparse en primer lugar de que las necesidades básicas de la ciudadanía estén satisfechas. A partir de allí, fomentar el bienestar emocional en función de las ciencias del bienestar. Esto es un factor importante para la estabilidad política, el progreso social y el fortalecimiento de la democracia" (Bisquerra, 2013: 178).

Bienestar físico. Tenemos bienestar físico cuando tenemos salud, que es algo que a veces no valoramos suficientemente hasta que la perdemos. La salud es algo que se va construyendo, es un proyecto personal y social de construcción. Depende, en gran parte, de los estilos de vida saludable: alimentación sana, ejercicio, descanso suficiente, no exponerse a riesgos, etc.

Bienestar social. Dentro de éste podemos distinguir tres niveles: 1) político, que depende de las condiciones sociopolíticas (paz, justicia, libertad, seguridad, etc.); 2) comunitario, que depende de las relaciones con el contexto más cercano (vecindario, comunidad, trabajo, etc.); y 3) interpersonal, que está condicionado por las relaciones más íntimas, que son personas con las que interaccionamos casi a diario (pareja, hijos, padres, amistades íntimas).

Bienestar profesional. Tiene que ver con la satisfacción en el ejercicio de la profesión. Pasamos la mayor parte de nuestra vida consciente trabajando y este bienestar no se da sólo por la nómina sino también por una serie de características que lo enriquecen y, además, depende de la actitud que tengamos ante la vida y la profesión (engagement). Fluir (estado en el que se está completamente inmerso en lo que se está haciendo y que produce sensación de éxito y bienestar) en el trabajo debería ser un objetivo para todos. "Tener un buen trabajo" significa tener y hacer un buen trabajo.

Bienestar emocional. Es algo personal, interno, subjetivo. Puede estar presente en el bienestar profesional y en el social. Supone la experiencia de emociones positivas. Todas las personas anhelamos la felicidad, que podríamos definir como la experiencia de emociones positivas, satisfactorias; experimentar el gozo que nos provee lo que sentimos, pensamos y hacemos. Este tipo de bienestar es en el que estamos menos entrenados. Cuando tenemos palabras para distinguir matices es porque tenemos un mayor conocimiento. Los esquimales distinguen muchos tipos de hielo y nieve, la que sirve para construir iglús, la que se puede pisar con el trineo, la que sirve para calentar y convertir en agua, etc. Sólo cada uno de nosotros podemos decir en qué grado nos sentimos bien y con qué matices. Podemos distinguir entre dos tipos que son necesarios y complementarios.  Bienestar hedónico, el proporcionado por los sentidos (una vista bella, una música que nos gusta, una buena comida, etc.). Y Bienestar eudemónico, que atendiendo a la etimología significa "buen destino"; tiene que ver con la satisfacción con la vida en sentido amplio; está relacionado con la prosocialidad (contribuir al bienestar social es una de las mejores estrategias para construir el propio bienestar, la energía dedicada a otros sin esperar nada a cambio nos da gran satisfacción - en general nos gusta más hacer un favor que pedir un favor).  El bienestar emocional puede abrir la puerta a la espiritualidad, que no hay que confundir con religión o confesión, ya que permite desarrollar la conciencia y esta facilita la atención y concentración.

Para que lo anterior sea posible tenemos que construir organizaciones dirigidas al bienestar, a la cimentación del bien común, el bien global de la ciudadanía. Al hablar de organizaciones no sólo hay que pensar sólo en las empresariales, también hay que prestar una atención especial a las relacionadas con las política, la salud y la educación, ya que "pueden jugar un papel preponderante en el bienestar personal y social" (Bisquerra, 2013: 141).

"Cada persona debe tomar conciencia de su propia responsabilidad ante el propio bienestar; la sociedad en general se debe proponer el bienestar como objetivo; desde la educación se deben impartir los conocimientos necesarios para que cada uno pueda cuidar su propio bienestar y ayudar a los demás a cuidar el suyo. La política tiene la finalidad de hacer posible que crezcan muchas 'flores del bienestar'. La sociedad en su conjunto puede cooperar en la construcción del jardín de Benicia. Todo esto es un florecimiento hacia formas más satisfactorias de vida y de relaciones sociales" (Bisquerra, 2013: 172)

El libro acaba de forma rotunda con una declaración de principios que compartimos: "El bienestar de un país debería medirse y analizarse de igual forma que se hace actualmente con el PIB. Esto probablemente contribuiría a un acercamiento entre la clase política y la ciudadanía, ya que atendería a los intereses y necesidades de las personas" (Bisquerra, 2013: 179)


Bibliografía:

  • Bisquerra, Rafael (2013): Cuestiones sobre bienestar. Cinco pilares para el desarrollo del bienestar personal, social y emocional. Madrid: Editorial Síntesis. 


martes, 7 de enero de 2014

La transitoriedad


El vídeo que incluyo al final, Existential Bummer, me he hecho reflexionar sobre algo que muchas veces he sentido. Más de una vez me he sorprendido con un toque de nostalgia en momentos vitales de gran felicidad y he querido aferrarme al momento en un intento de hacerlo durar para siempre. Al caer en la cuenta de que tus mayores algún día no estarán. Al contemplar al bebé dormido que alguna vez será, que ahora es, un adolescente rebelde. Al abrazar al compañero que quieres que te acompañe el resto del camino. Al disfrutar un encuentro con quien hace mucho que no ves. Al lograr un reto que parecía imposible... Todos estos momentos felices te recuerdan que la felicidad no durará siempre. Afortunadamente el dolor tampoco... Me viene a la cabeza un texto del Nuevo Testamento (Mt 17, 4): "Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". ¿Quién no ha deseado parar el tiempo en alguna ocasión para así congelar lo que sentimos y retenerlo, para grabarlo muy dentro y que no se nos olvide?

¡Qué difícil resulta, la mayoría de las veces, disfrutar del momento, del ahora! ¡Qué complicado llevar a la práctica el carpe diem! [En otra entrada escribí sobre el Aquí... Ahora...]. Me encanta observar a los niños pequeños. Ellos viven entregados al ahora. Lo disfrutan como si no hubiera otro momento. Poco a poco vamos perdiendo esa capacidad. Según nos vamos haciendo mayores muchas veces el pasado nos arrastra recordándonos en exceso experiencias y aprendizajes que nos dificultan disfrutar de lo que el presente nos brinda; o el futuro, como promesa de algo mejor, nos hace pasar por el presente de puntillas. Ocurre, además, que a medida que vamos acumulando vida somos cada vez más conscientes de que tenemos fecha de caducidad y de que no podemos luchar contra eso. Quizá lo único que valga, el único remedio infalible, es seguir el consejo de Mahatma Gandhi: "Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre".

CONSUELO PARA LA TEMPORALIDAD
Somos como las plantas:
Nuestra piel es hoja y nervadura
de pasiones hermosas
Que bailan sin cesar.
Somos danza y danzar en el viento
es potestad de nuestras piernas sin raíces.
Todo cambia y nada permanece.
En el otoño, el follaje se desprende amarillo;
Llueve oro en el atardecer.
No habría vida sin muerte.
No seríamos cuanto somos
si la conciencia no guardara experiencias ajenas
que misteriosamente se aposentan
en el aire interior cuya esencia desconocemos.
Y, sin embargo, así como Blake dijo:
"La eternidad está enamorada de la fabricación del tiempo".
es inevitable enamorarse de la creación
y sentir el dolor de no ser inmortales.
 ¡Ven!
Abandona el rencor por lo incomprensible.
Porque la vida se alimenta de la vida,
hemos de arder en la pira funeraria sin perecer.
Cantos y mitos nos sobrevivirán,
como sobrevive el árbol
que talado y yerto me sirve de apoyo
para escribir esta reflexión.
La experiencia de la vida es la pasión de beberla
hasta la embriaguez.
Amar, cantar, decir versos hermosos
y luego
dormir.
Belli, Gioconda (2009, 1ª 1998): Apogeo. 6º edición. Madrid: Visor, p.43