lunes, 6 de octubre de 2014

A vueltas con la comunicación


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 29.09.2014]

Hace mucho tiempo que me interesa el tema de la comunicación, que es fundamental para el bienestar y el desarrollo personal. Las personas somos seres sociales, necesitamos del contacto de otros seres humanos. Aprendemos a hablar pero no quiere decir que nos comuniquemos bien. Igual que las máquinas necesitan aceite para que los mecanismos funcionen bien, las relaciones necesitan una buena comunicación.
Cuando daba clase de Comunicación en las organizaciones siempre empezaba con algunas definiciones (los subrayados son míos):
  • “Comunicación.(Del lat. communicatĭo, -ōnis).1) f. Acción y efecto de comunicar o comunicarse. 2) f. Trato, correspondencia entre dos o más personas” Diccionario de la RAE
  • “En el uso cotidianizado del término puede entenderse por comunicación aquel proceso que posibilita el intercambio de significados entre sujetos por medio de una serie de convenciones sistematizadas en unos códigos y aplicadas sobre un concreto tipo de medio semiótico (verbal, escrito, gestual…)” Diccionario de las Ciencias de la Eduación, Santillana
  •  “El término comunicación procede –a través del substantivo correspondiente- del verbo latinocommunico, cuya traducción castellana es comunicar y también participar. Tanto el substantivo (communicatio) como el verbo tienen su origen en la palabra communis, raíz, a su vez de la castellana comunión. Este parentesco está indicando ya la estrecha conexión existente entre comunión y comunicación. Ambas, en efecto, tienen como denominador común la idea de comunidad, de posesión de algo en común” Diccionario de Pedagogía, Labor
Estas definiciones, a mi modo de ver, destacan el hecho de que la comunicación es un proceso circular, que supone mucho más que la transmisión de una información por parte de un emisor a un receptor. Veámoslo, de forma simplificada, en el siguiente gráfico:

Si nos fijamos en cada punto del proceso nos damos cuenta de lo débil y delicado que es. Intencionalidad comunicativa:  Cuando nos comunicamos tenemos una intención, un interés que nos mueve. Aunque puede ocurrir que sean intenciones múltiples, o que no sepamos exactamente el porqué o el para qué. Además, ¿y si no realizamos la acción más adecuada para la intención que tenemos? ¿y si no elegimos el medio adecuado?… Proceso de codificación/descodificación: Estos procesos son muy diferentes de unas personas a otras y están condicionados por nuestros filtros (fisiológicos, culturales o personales). Además, uniéndolo a lo anterior, una misma intencionalidad puede expresarse mediante distintas acciones; y una misma acción puede deberse a distintas intenciones. Otro tema a tener en cuenta es el del ruido,que puede se interno o externo, y que se refiere a cualquier factor que dificulta o perturba la comunicación.
A toda esta complejidad añadiría una premisa básica que es la escucha. Basta que una de las partes no escuche para que la comunicación sea imposible. Siempre nos han dicho que escuchar no es lo mismo que oír. Para que se dé la comunicación es fundamental una actitud de escucha por parte de todos los interlocutores. “Una de las necesidades más grandes del hombre es la de comunicarse, la de manifestarse, la de ser comprendido. Pero esto no puedo ocurrir si, por la otra parte, no existe un interlocutor que escuche. La actitud de escucha se coloca entre la bondad y el arte. Saber escuchar significa ir más allá de las palabras para entrar en el mundo interior del otro y valorar las cosas desde su perspectiva” (O’Donnell, 1990, p.31)
Para terminar, animo a ver un corto divertido que muestra muy bien lo frágil que es la comunicación y lo necesaria que es para mantener una relación (en este caso de pareja). Mensaje post-itivo

¿Alguna vez te ha ocurrido algo como lo que muestra el corto?
Bibliografía:
  • O’Donnell, Richard (1990): “La escucha” en Pangrazzi, Arnaldo (ed.): El mosaico de la misericordia: relación de ayuda en la pastoral sanitaria. Santander: Sal Terrae, pp. 31-44.

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